domingo, 18 de octubre de 2009

Un detalle contra uno



No lejos del pozo familiar, junto al endeble palenque, la muchacha ordeñaba. La vaca, buena como un pedazo de pan, permanecía inmóvil y a un metro de distancia, el ternerito, pisando la cuerda que le colgaba del cuello, mordía las hierbas diminutas. Desaparecían en su boca, sobre el rojo paladar, las gotas de cristal del rocío. En el horizonte pintábanse franjas rosadas y la colonia toda amanecía. Abríanse los corrales, y los viejos de grandes barbas aparecían en las puertas de los ranchos, masticando la oración de la mañana. Con la aurora —la aurora de Dios alabada por el verbo de los santos rabinos— brotaban los diálogos del amanecer.

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Y junto al palenque, torcido como una vaina de algarrobo, Raquel ordeña la vaca inmóvil. Está de rodillas y sus dedos aprietan las ubres magníficas que se exprimen en chorros de espuma. La aurora otoñal envuelve en su roja palidez al grupo y la moza deja ver, por la bata entreabierta, los senos redondos y duros que el sol de los fuertes veranos ha dorado como frutas.

Cae la leche en el balde con una música suave que acorda con el resuello de la vaca y el respirar de Raquel.



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Alberto Gerchunoff
Leche fresca

Los gauchos judíos

Aguilar - BA - 1975
[ pp.39-40 ]

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