viernes, 22 de junio de 2007

Femeninario



Los hombres se han ido ya.
Sólo los gatos bailan,
una lúgubre danza
aman sobre el delirio con sus ojos
de muertos prematuros.
Y nosotras, aliadas,
que fumamos de espaldas a los cuartos vacíos,
unidas por el viejo testamento de la luna,
nosotras,
hembras delicadas como magnolias,
nuevas hasta no amanecer,
nuevas y atroces hembras,
que ornábamos las plazas
con aquellos perfiles entre el aire,
apenas ya si oímos a los enamorados que nos nombran,
sus lentas voces,
sus lentas y hondas voces
cavadas en el roble sonoro de la muerte.
           (dulce abrigo,
           sandalia de azúcar,
           jaula de azúcar,
           labradora de estrellas,
           espejo del espejo,
           agua)

Hermanas nosotras.
Amigas queridas de elegidas sonrisas.
Enterrar a los muertos
y a los corderos blancos de ojos inocentes como los de los hijos,
matar para comer, matar para comer
matar un corazón para comer,
nosotras, jazmines de la orilla
           en las islas.
Ladran lejos los perros, rasgando
el aire con sus dientes fríos.
Ellos me llaman y besan mis heridas
con sus largas lenguas húmedas.
Suena
el río del tiempo
(agua sumisa, agua negra)
entre las sombras y las bellísimas paredes donde se apoyan las mujeres
del night que sonríen después de haber llorado.
Mis amigas me llaman para ver las cenizas.
Hay una larga ventana
allí nos hemos sentado para que nuestros vestidos brillen a la luna.
Mi cabellera enciende el polvo rojo de los retratos
mientras tragamos las terribles perlas que nos harán inmortales.
¡Eh melancolía!
déjala a ella
veinte años tiene
y veinte son
sin ver el mar que alza sus guiños a la muerte.
El cielo insomne
espera
y las estrellas perfuman
como el metal con que los hombres hieren.
Porque la noche está hecha
con todo aquello
que nuestras manos redondas no conocen.

Nada amaremos más que estas horas vacías
con las que nadie ha soñado
y que siempre supimos
que no debieron ser.
Es que la noche se cierra con el hierro del tiempo
como una aldaba
sobre un hijo de artistas con los ojos pintados.





SUEÑA, SUEÑA, SUEÑA,
el río del tiempo con su negro ganado
y su cascabel de dentaduras.
           ¡Oro para los conquistadores!
           ¡Oro para los altares!
           ¡Oro! para mis medias de oro
           que voy a saltar la muerte y a comprar un candelabro en la mañana.
El dulce estío, no volverá esta madrugada,
recuerda, empieza el mes de abril,
y hace frío,
mis hermanas disponen las frazadas.
           Cambiaría esta noche
           por una noche verde,
           mi ventana
           por un balcón de transparente hielo
           prendido de la roca
           en la montaña.
           Cambiaría esta noche por una madrugada
           cambiaría mi sombra
           por un caballo que venga de la vida
           contra un caballo que venga de la muerte
           bebiendo de mi mano.





Caen las rosas que el verano no ha usado,
caen de noche, lejos de los pájaros,
como caen
dos a la luna y otras a la sombra
nuestras sonrisas recién estranguladas.
Hilos
de mujeres que fuman de espaldas,
hebras que tejen
el recién descubierto medrar
de la filosofía.
Ya los hombres se han ido
y nadie cuidará
mi corazón despedazado en esta noche de mal cielo.
Ya los pechos discretos de las puertas
no guardan,
ya llegan las noticias,
ya vienen de matar.
Ya entran con sus pesados pies rojos
con el polvo de tierras incendiadas
a interrogarme con sus ojos neutrales.
Ya llegan las noticias. Ya vuelven y debiera estar sola.
Ellas contemplan las barcas de los tiempos
y señalan
algún brillo del aire en el azar del humo.
Veo a mi padre
volver herido en la batalla de los sueños
y a mis hermanos haciendo hermosos hijos
y me pregunto
si el día estuvo siempre a mis pies
quién abre esas pesadas puertas.
Toda la noche ladrarán los perros
toda la noche lastimarán mis huesos
toda la noche preguntarán por ellos.
El corazón en la garganta guardan
El barquero del tiempo
me sonríe con su muela lunar
Ya lo sé —le respondo— es sólo el tiempo.





ESTAMOS EN GUERRA
Estábamos en guerra
o estaremos
y las manzanas se helarán sin que nadie las junte
y caerán los picos
de los pájaros muertos
y en las canastas sonarán como cencerros.
Moriremos antes de ser madres,
dobladas a los pies de nuestros amantes
Pero hace mucho están ya las casas vacías;
tampoco era la guerra,
tampoco era el destino
y en los cajones crece la flor de los misterios.
Toda la noche ladrarán los perros,
ellos tienen el corazón en la garganta,
y sospechan.
Oyes esa extrañísima lengua?
es el final,
han llamado María a esta mujer,
es extraño
ella nada ha sembrado
pero conocer esa lengua lejana.





Mis amigas me llaman para ver las cenizas,
hasta una larga ventana
donde nos hemos sentado para que nuestros vestidos
           brillen a la luna
¡Vengan a ver el futuro, la mañana que ríe de nosotras!
Tontas muchachas somos.
Tontas muchachas,
y sin embargo,
hay agua.
También más allá del agua
que creímos bella
se escapa
inútil
hacia esa reja manchada por la espuma
tras la cual
un mar pintado
se lleva nuestro perfume.



A Fernanda, Julieta y Mercedes.
La Plata, junio de 1978



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María del Rosario Sola
Música de invierno
Ediciones Último Reino
Buenos Aires - 1982

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