domingo, 26 de mayo de 2013

Orwell : Canta el hambre

   
She knew the whole drivelling song by heart, it seemed. Her voice floated upward with the sweet summer air, very tuneful, charged with a sort of happy melancholy. One had the feeling that she would have been perfectly content, if the June evening had been endless and the supply of clothes inexhaustible, to remain there for a thousand years, pegging out diapers and singing rubbish. It struck him as a curious fact that he had never heard a member of the Party singing alone and spontaneously. It would even have seemed slightly unorthodox, a dangerous eccentricity, like talking to oneself. Perhaps it was only when people were somewhere near the starvation level that they had anything to sing about.




Ella se sabía de memoria toda la canción babeante, eso parecía. Su voz flotaba ascendente con el aire dulce del verano, muy melódica, cargada con una especie de melancolía feliz. Uno tenía la sensación de que ella habría estado perfectamente contenta, si la tarde de junio hubiera sido interminable y el suministro de ropa inagotable para permanecer allí durante mil años, estirando los pañales y cantando porquerías. Le pareció un hecho curioso que nunca hubiera escuchado a un miembro del Partido cantando solo y de manera espontánea. Incluso habría parecido poco ortodoxo, una excentricidad peligrosa, como hablar con uno mismo. Tal vez era sólo cuando la gente estaba en algún lugar cerca del nivel de la inanición que tenían algo sobre lo que cantar.



George Orwell
Nineteen Eighty-four
Penguin, GB, 1954






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sábado, 25 de mayo de 2013

El recuerdo del dragón

   
   
Foto : Colman
Lugar : Las Dalias - Mar del Plata
Provincia de Buenos Aires (RA)
Enero de 1980

Serie : El camino de Elpez

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jueves, 23 de mayo de 2013

George Orwell : El versificador


   
The tune had been haunting London for weeks past. It was one of countless similar songs published for the benefit of the proles by a sub-section of the Music Department. The words of these songs were composed without any human intervention whatever on an instrument known as a versificator. But the woman sang so tunefully as to turn the dreadful rubbish into an almost pleasant sound. He could hear the woman singing and the scrape of her shoes on the flagstones, and the cries of the children in the street, and somewhere in the far distance a faint roar of traffic, and yet the room seemed curiously silent, thanks to the absence of a telescreen.



La canción había estado rondando Londres durante semanas. Era una de las canciones innumerables y similares publicadas para beneficio de los proles por una sub-sección del Departamento de Música. Las palabras de estas canciones eran compuestas sin ninguna intervención humana en un instrumento conocido como versificador. Pero la mujer cantaba tan armoniosamente como para convertir la terrible basura en un sonido casi agradable. Podía oír a la mujer que cantaba y el roce de sus zapatos en las losas, y los gritos de los niños en la calle, y en algún lugar a lo lejos un débil rugido de tráfico, y sin embargo la habitación parecía extrañamente silenciosa, gracias a la ausencia de una telepantalla.



George Orwell
Nineteen Eighty-four
Penguin, GB, 1954






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miércoles, 22 de mayo de 2013

Portal en el bosque

   
   
Foto : Colman
Serie : Crónicas de La Manchada
Lugar : Bosque de Miramar
Provincia de Buenos Aires (RA)
Enero de 1999

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domingo, 19 de mayo de 2013

Orwell : El amor desde el miedo


   
A thrush had alighted on a bough not five metres away, almost at the level of their faces. Perhaps it had not seen them. It was in the sun, they in the shade. It spread out its wings, fitted them carefully into place again, ducked its head for a moment, as though making a sort of obeisance to the sun, and then began to pour forth a torrent of song. In the afternoon hush the volume of sound was startling. Winston and Julia clung together, fascinated. The music went on and on, minute after minute, with astonishing variations, never once repeating itself, almost as though the bird were deliberately showing off its virtuosity. Sometimes it stopped for a few seconds, spread out and resettled its wings, then swelled its speckled breast and again burst into song. Winston watched it with a sort of vague reverence. For whom, for what, was that bird singing? No mate, no rival was watching it. What made it sit at the edge of the lonely wood and pour its music into nothingness? He wondered whether after all there was a microphone hidden somewhere near. He and Julia had spoken only in low whispers, and it would not pick up what they had said, but it would pick up the thrush. Perhaps at the other end of the instrument some small, beetle-like man was listening intently — listening to that. But by degrees the flood of music drove all speculations out of his mind. It was as though it were a kind of liquid stuff that poured all over him and got mixed up with the sunlight that filtered through the leaves. He stopped thinking and merely felt. The girl’s waist in the bend of his arm was soft and warm. He pulled her round so that they were breast to breast; her body seemed to melt into his. Wherever his hands moved it was all as yielding as water. Their mouths clung together; it was quite different from the hard kisses they had exchanged earlier. When they moved their faces apart again both of them sighed deeply. The bird took fright and fled with a clatter of wings.



Un tordo se había posado en una rama, a menos de cinco metros, casi a la altura de sus caras. Tal vez no los había visto. Estaba en el sol, ellos en la sombra. Extendió las alas, y las plegó cuidadosamente de nuevo en su lugar, agachó la cabeza por un momento, como haciendo una especie de reverencia al sol, y luego comenzó a derramar un torrente de canción. En el silencio de la tarde el volumen del sonido fue sorprendente. Winston y Julia se abrazaron, fascinados. La música siguió y siguió, minuto a minuto, con variaciones sorprendentes, sin repetirse ni una sola vez, casi como si el ave estuviera mostrando su virtuosismo fanfarronamente. A veces se detenía unos segundos, extendía las alas y las reacomodaba, y luego hinchaba el pecho moteado y de nuevo se echaba a cantar. Winston lo observaba con una especie de reverencia vaga. ¿Para quién, para qué, cantaba aquel pájaro? Ningún par, ningún rival lo estaba viendo. ¿Qué lo había hecho sentarse en el borde del bosque solitario y verter su música hacia la nada? Se preguntó si, después de todo, no habría un micrófono oculto en algún lugar cercano. Él y Julia había hablado sólo en susurros, y no habría podido captar lo que habían dicho, pero sí captaría al tordo. Tal vez, al otro extremo del instrumento algún hombre pequeño, con aspecto de escarabajo, estaba escuchando atentamente, escuchando aquello. Pero gradualmente el flujo de la música erradicó toda especulación de su mente. Era como si se tratara de una especie de material líquido que se vertía sobre él y se mezclaba con la luz del sol que se filtraba a través de las hojas. Dejó de pensar y simplemente sintió. La cintura de la chica en la curva de su brazo era suave y cálida. La hizo girar para que estuvieran pecho contra pecho, el cuerpo de ella parecía derretirse en el de él. Dondequiera que sus manos se movieran todo se rendía como el agua. Sus bocas se apretaron, fue muy diferente de los besos duros que se habían intercambiado antes. Cuando separaron las caras otra vez ambos suspiraron profundamente. El pájaro se asustó y huyó haciendo ruido con las alas.




George Orwell
Nineteen Eighty-four
Penguin, GB, 1954







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martes, 14 de mayo de 2013

En venta ::: Heisenberg y tus cortinas

 

   
Heisenberg y tus cortinas   
D.R.Mourelle   

Libro presentado en una caja   


Realizado el 24 de marzo de 2012 en la Estación Chacabuco; BA; RA
60 páginas
Formato de la caja cerrada: 120 mm x 170 mm x 17 mm

Edición realizada con papeles especiales de primera calidad, algunos de ellos importados. Ideal como regalo a quien aprecia la poesía y las buenas ediciones.
Realizado en La Argentina








































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domingo, 12 de mayo de 2013

Orwell : Manos clandestinas


   
It could not have been ten seconds, and yet it seemed a long time that their hands were clasped together. He had time to learn every detail of her hand. He explored the long fingers, the shapely nails, the work-hardened palm with its row of callouses, the smooth flesh under the wrist. Merely from feeling it he would have known it by sight. In the same instant it occurred to him that he did not know what colour the girl’s eyes were. They were probably brown, but people with dark hair sometimes had blue eyes. To turn his head and look at her would have been inconceivable folly. With hands locked together, invisible among the press of bodies, they stared steadily in front of them, and instead of the eyes of the girl, the eyes of the aged prisoner gazed mournfully at Winston out of nests of hair.



No podrían haber pasado diez segundos y, sin embargo, parecía que sus manos habían estado entrelazadas mucho tiempo. No tenía tiempo para aprender cada detalle de su mano. Exploró los dedos largos, las uñas bien formadas, la palma endurecida por el trabajo con su hilera de callos, la carne suave debajo de la muñeca. Simplemente por haberlas sentido las habría reconocido al verlas. En el mismo instante pensó que no sabía de qué color eran los ojos de la chica. Probablemente eran marrones, pero la gente con cabello oscuro a veces tenía ojos azules. Volver la cabeza y mirarla hubiera sido una torpeza inconcebible. Con las manos acerrojadas, invisibles entre la presión de los cuerpos, miraban fijamente hacia adelante, y en vez de los ojos de la chica, los ojos del prisionero envejecido miraban tristemente a Winston desde entre nidos de pelo.



George Orwell

Nineteen Eighty-four
Penguin, GB, 1954









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domingo, 5 de mayo de 2013

Ojos en la máscara

   
   
Foto : Colman
Serie : El camino de Elpez
Lugar : Playas de Necochea
Provincia de Buenos Aires (RA)
Enero de 1980
   
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jueves, 2 de mayo de 2013

William Golding : Lord of the Flies

   
   
Una lectura que comienza

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Atardecer en el Cross Bar


   
Randall observa
a una mujer que se mira
en espejos diferentes

Los galpones están desiertos             y crujen

Randall mira reflejos en sombra
( negra y roja )
telones brillantes

Duelen en abanico             las tiras de la persiana

La canilla gotea
sobre un trapo bordó             superficie blanda
para golpes atenuados

Randall mira a lo lejos
¿qué tanto?
los galpones rodeados :
Blues de carga surgen de su centro afónico
y cantan             ¿de qué amenazas?

La mujer sangra
no
refleja la luz

La temperatura sube y
me pregunto
si nos quemaremos

Las amenazas caen sobre el mostrador
y ella sonríe
mientras hace como si hablara de él
salpicadura de tabaco
entre su pelo mojado
memoria falsa
cinematográfica

Y Randall se pregunta qué estará pensando
ahora             al final de tanta tierra
sin ojos







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