sábado, 20 de octubre de 2012

Desde los Cuadernos de todo y nada (119)




—Mujer, ¿cuánto te ha costado esta espumadera?
—1,90.
—¿Cómo, tanto? ¡Pero es una barbaridad!
—Sí; es que los agujeros están carísimos. Con esto de la guerra se aprovechan de todo.
—¡Pues la hubieras comprado sin ellos!
—Pero entonces sería un cucharón y ya no serviría para espumar.
—No importa; no hay que pagar de más. Son artificios del mercado de agujeros.



Macedonio Fernández
Cuadernos de todo y nada (p.119)
Ediciones Corregidor. Buenos Aires, marzo de 1990










jueves, 18 de octubre de 2012

Creemos



—Todos estamos incompletos —dijo el Sabio (a Indra)—. Todos nos hallamos divididos y somos fragmentos, sombras, fantasmas sin consistencia. Todos creemos llorar y gozar desde hace siglos.




Marguerite Yourcenar
Cuentos Orientales (Kali decapitada)
Alfaguara. España, abril de 1993
Traducción de Emma Calatayud








miércoles, 17 de octubre de 2012

Desde los Cuadernos de todo y nada (132)




A la negra Tarsia, hoy de 83 años y que come todo el día, le gustó siempre la alegría: un velorio, por ejemplo, era su delicia.  (p.132)



Macedonio Fernández
Cuadernos de todo y nada
Ediciones Corregidor. Buenos Aires, marzo de 1990






lunes, 15 de octubre de 2012

Café de puerto



La puerta no se cierra ni de día ni de noche
y el mar es el cliente mejor de la taberna,
que tiene un nombre ambiguo de tienda de perfume
lejano de las algas y enemigo del viento.

—¿Mariano, a qué vienes? —Vengo de las estrellas.
Allí se bebe brisa y no cuesta nada ...
—¿Y qué buscas en la tierra? —Busco un hombro moreno
donde pueda a la noche deshojar mi cabeza.

El farol de la puerta lo ha encendido la tarde;
alguien canta lejano en idioma extranjero;
el mostrador se llena de aguardiente y de risa
y los hombres discuten de mujeres y barcos.

“Te pareces a un novio que yo tuve hace tiempo;
se tatuó mi nombre y mis dos apellidos,
y cuando no bebía en las noches de luna
me cantaba canciones de su tierra caliente ...”

Dos marinos ingleses bailan en las losetas
un loco “typperary” sin ritmo ni concierto.
La botella de vino espera destapada
la caricia de sangre de una sien dolorida.

—Oye, ¿Cómo te llamas? —¡Qué te importa mi nombre!
¡Estrella! ¡Rosa! ¡Carmen! Dime tú como quieras;
el mar nos ha quitado la patria y la memoria
y no sabemos nunca el día en que vivimos.

La vieja de las flores, en su locura mansa,
va repartiendo, alegre, billetes del tranvía.
Dicen que tuvo un hijo galán y marinero
y un día de levante le encontraron ahogado.

¿Qué quieres que te traiga? ¿Un mantón filipino?
¿Una caja de conchas? ¿La piel de una sirena?
—Tráeme una caracola grande como tus ojos
y así tendré ya siempre el mar dentro de casa.

La noche va subiendo por el acantilado,
apagando el gemido de los acordeones.
“La Camelia” se llena de marinos azules
y el dominó sonríe como una dentadura.





Rafael de León
Romance del amor oscuro
Ediciones Musicales Milco. Buenos Aires, junio de 1957