sábado, 29 de septiembre de 2007

azufre



Ser cartógrafa de una casa implica conocer sus objetos
secretos: una red agujereada de pesca en el depósito
de las herramientas, señuelos con dibujos de peces
rojos y negros, el cuadrante roto de una brújula
que marca siempre el norte, olor a humedad que recuerda
imperfectamente el mar. Como si alguien de la familia
hubiera fallado en los preparativos de una travesía larguísima
y ahora te tocara reconstruir el itinerario de esa expedición
que nunca se hizo.


Se debería partir cuando el mapa esté completo,
cada ciudad en su sitio y de cada una los datos necesarios:
la velocidad máxima de sus vientos, la profundidad de sus ríos,
su época de tormentas. A veces pensaste en diseñar
un mapa deliberadamente errático, por la sola belleza
de extraviarte en dibujos que no llevan a ninguna parte.
O tal vez para obligarte a permanecer en el mismo sitio
preparando para siempre una partida,
tu propia vida el lugar donde aprender la palabra viaje.
Todas las cosas hermosas, al principio, son palabras.


¿Viste alguna vez cómo el sol atraviesa
el ala de un insecto en vuelo? ¿Con qué delicado
y fugaz dibujo la rellena? Así hubieras querido que se viera
tu cuerpo en la transparencia de la tarde:
una chispa de azufre, azulada. Materia inflamable
que el menor roce recuerda su pertenencia a los volcanes,
su ansia de desprenderse y arder en el aire.
¿Adivinaste ya que no es ése tu oficio? ¿Pudo tu cuerpo
amar lo que le ha sido encomendado? Que otros se vayan.
Lo tuyo es escribir la historia de ese viaje.



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Claudia Masin
Geología
Nusud - 2001 - BA
[ p.59 ]

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lunes, 10 de septiembre de 2007

La canción del lector



           —No —dijo—. No la estopa del mar y de la lluvia y su crujido de vidrio que se lo lleva el viento.
           Dame una casa de piedras tan escritas que se abran
las pupilas desoladas como se abren las puertas
de una ciudad vacía.
           Dame el tesoro de la lengua dormida,
la palabra que deshiela los ovarios de las estatuas y gotea madreselva más o menos sobre los muros húmedos de mi país
o sobre
mi casa que limpio
con violines de paja en el amanecer
y que espera sin cerrar los ojos.
Yo, pobre lector,
con mi silla de caño memorable,
con la paciencia del minero,
con el palo de vidrio de las grandes ciudades, con el aburrimiento de los coleccionistas, reviso tus poemas basurales enormes, sólo porque afuera hacen
todos los fríos de todos los inviernos.
           Mis sueños tienen las luces apagadas como un pueblo de horcones y tapiales de barro a las cuatro, sin luna, antes del gallo y después de los perros.



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Rosario Sola González
El humo de los músicos
Ediciones Ríos al Mar - 2000
Paraná - Entre Ríos - RA
[ p.23 ]

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jueves, 6 de septiembre de 2007

Una cuestión de alturas



Está bien ... Está bien ... ¿De veras pensaron que no me había fijado en el diccionario?

El punto no es si la palabra "presidenta" está en los diccionarios o no.

Lo que trataba de subrayar o hacer que nos preguntáramos era si es bajo u honorable apelar a la femeneidad como manera de obtener algunos votos más.

Aunque tampoco vendría mal preguntarnos por qué otras palabras — como votanta, agenta o videnta — no están en los mataburros ... ¿O sí?



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