domingo, 3 de agosto de 2008

Enfundo y nadie comprenderá nunca nada



Néstor Sánchez
Siberia Blues
Sudamericana - BA - marzo de 1967

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[ p.96 ]

Las instrucciones al aprendiz fueron precisas desde la tarde del jueves, o sea una vez cumplida la partida final del potrillo: vas a traerlo cuarto o a lo sumo quinto sobre la carrera, emparejás en mitad del derecho, quebrarás fácil al emparejarlos pero igual pegá, sacá un cuerpo y pegá, sacá varios y seguí hasta el disco como quien viene parado en un pescante y quiere dejar atrás algo, quiere dejar atrás un patio con baldosas enceradas, una afonía raspante en la zona más bien alta del barrio de Floresta.



[ p.101 ]

Por supuesto aquello que parecía más y hasta definitivo aunque se iba deshaciendo sin rastros de encanto una vez cumplidas las veinte cuadras con los esquís y todo el alcohol adentro y una cama al minuto que mañana es otro el que cepilla los dientes frente al espejito deformante del botiquín.



[ p.112 ]

Plaza Constitución la extensa (un banco y aquel maratonista nada convencido en el retrovisor), a fuerza de travelling largo puede representar el saxo tenor más triste del mundo siempre que la maltratada tristeza, la muchacha del circo, esté reducida a cuatro o cinco cosas desglosables como ser el frasco con esencia de banana respirado en la trastienda de la farmacia Olimpo: ese perfume insignificante salvó por mucho tiempo al de las medias tres cuarto hacia el lado de acá por Valdenegro.



[ p.113 ]

(...) se te habló al oído de la realidad, cogiste periódicamente con ella que tampoco hoy, la lenta, la marmota, se afeitó esas piernas y se niega a utilizar la mano enguantada que está intacta en la vagina; igual la seduzco, igual le lloraste encima, se la calienta, podría ponérsele todo el cuerpo con alguno que otro sueñito raro de la noche y el Winchester y la cáscara en el piso más la multitud de colectivos (...)



[ p.115 ]

Dirías para vos mientras caminabas un poco retrasado: enfundo y nadie comprenderá nunca nada.



[ p.120 ]

Sentir que viajo, que me están trasladando a alguna parte y en la primera parada una vez que los que atienden el bar levanten la vista ya está, es la vida extraña en movimiento, los ojos claros las manos grandes las mulatas que abanicaron bajo el enorme sombrero de paja de Hong Kong.



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