sábado, 6 de septiembre de 2008

Con ceño



El niño, espantado, siente que ha ido demasiado lejos en su curiosidad temeraria, y tras algunos segundos de inhibición, indomable, va a iniciar su retirada, cuando de nuevo se inmoviliza, los ojos dilatados y la boca entreabierta. La cabeza peluda y monstruosa del asesino, se ha alzado y vuelto, sobre su cuerpo inmóvil, como la de una tortuga, como la de una víbora, y con unos ojos negrísimos de alimaña salvaje, le está mirando con ceño...



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Benito Lynch
Un angelito gaucho

De los campos porteños

Ediciones Troquel
BA - 1966
[ p.32 ]

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