De la colección :
Narraciones más largas de lo necesario
Llegué temprano al bar (...) no sabía para qué me quería ver, no me lo había dicho (...) y me pidió si le podía escribir el prólogo para su libro (...) y fue entonces que comprendí que tendría que matarlo (...) y lo maté como todo un buen profesional ; tanto que todavía hay quien cree que sigue vivo.
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