Hay una línea de puntos, un trazado, una frontera, inútil como la gran muralla,
entre el tiempo feliz y la miseria.
Una línea imaginaria, esa libra de carne, nos ata a la demanda, al número de oro, a la cifra arcana del intercambio imposible.
Hay una línea de sombra sobre la minucia amorosa, sobre el desierto que se extiende más allá de la memoria.
En el oráculo del bolero aprendimos que agonía es repetición,
«que mi suerte necesita tu suerte»,
una línea punteada, delirio, idos de madre, salidos del surco,
un trazo para cortar por lo más delgado en el equívoco del intercambio imposible,
en la puntada y el nudo:
«nos hemos hecho tanto daño».
Hay una línea imaginaria como un castillo de naipes viejos, una frontera improbable, una conversación, una línea de puntos en un mapa,
cortar ahí una libra de carne,
en un trazo ido de madre, salido del surco, inútil como la gran muralla,
entre el tiempo feliz y la miseria.
Hay una línea punteada para llenar con letras, para adivinar la cifra arcana,
para evitar la soga en la casa del ahorcado, inefable la demanda, la línea de puntos,
la marca del desierto, del tiempo estéril, la puntada y el nudo;
encadenados, los proletarios del amor, sin la plusvalía de lo que no tiene caso,
pero declina.
Un trazo en saco roto, para cortar, por lo más delgado:
sin olvido, abismo sin fundamento, letras que no alcanzan
a armar la palabra ausente de todas las lenguas, la palabra imposible del ahorcado,
el mapa del tesoro,
inútil como la gran muralla,
esa línea imaginaria entre el tiempo feliz y la miseria.
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Horacio Zabaljáuregui
Encadenados
Querella
Bajo La Luna
Octubre de 2006
[ p.37 ]
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