lunes, 10 de septiembre de 2007

La canción del lector



           —No —dijo—. No la estopa del mar y de la lluvia y su crujido de vidrio que se lo lleva el viento.
           Dame una casa de piedras tan escritas que se abran
las pupilas desoladas como se abren las puertas
de una ciudad vacía.
           Dame el tesoro de la lengua dormida,
la palabra que deshiela los ovarios de las estatuas y gotea madreselva más o menos sobre los muros húmedos de mi país
o sobre
mi casa que limpio
con violines de paja en el amanecer
y que espera sin cerrar los ojos.
Yo, pobre lector,
con mi silla de caño memorable,
con la paciencia del minero,
con el palo de vidrio de las grandes ciudades, con el aburrimiento de los coleccionistas, reviso tus poemas basurales enormes, sólo porque afuera hacen
todos los fríos de todos los inviernos.
           Mis sueños tienen las luces apagadas como un pueblo de horcones y tapiales de barro a las cuatro, sin luna, antes del gallo y después de los perros.



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Rosario Sola González
El humo de los músicos
Ediciones Ríos al Mar - 2000
Paraná - Entre Ríos - RA
[ p.23 ]

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