domingo, 28 de noviembre de 2010

Yerbamala

de Louise Glück


Algo
no bienvenido entra en el mundo
llamando al desorden, desorden...

Si me odias tanto
no te molestes en darme
un nombre: necesitás
un insulto más
en tu idioma, otra
manera de culpar
a una tribu por todo...

como ambos sabemos,
si adorás
un dios, necesitás
un solo enemigo...

No soy el enemigo.
Nada más un ardid para ignorar
lo que ves ocurriendo
justo acá en esta cama,
un pequeño paradigma
del fracaso. Una de tus flores preciosas
muere casi todos los días acá
y no te das descanso hasta que
atacás la causa, es decir
lo que fuera que reste, lo que fuera que
terminara por ser más resistente
que tu pasión personal...

No estaba destinado
a durar para siempre en el mundo real.
Pero por qué admitir eso, cuando podés seguir
haciendo lo que siempre hacés,
doliéndote y echando culpas,
siempre los dos juntos.

No necesito tu alabanza
para sobrevivir. Llegué acá primero,
antes de que llegaras vos, antes
incluso de que plantaras un jardín.
Y estaré acá cuando solamente queden
el sol y la luna, y el mar, y el campo ancho.

Yo constituiré el campo.




Del libro: El lirio salvaje (The Wild Iris)


Yerbamala: Witchgrass (Hierba-bruja); maleza; nombre latino: panicum capillare —luego de meditarlo, decidí preferible usar “Yerbamala” como título, ambas palabras juntas en una sola (como en el título original) y, sí, como en el refrán.

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Witchgrass, by Louise Glück


Something
comes into the world unwelcome
calling disorder, disorder—

If you hate me so much
don’t bother to give me
a name: do you need
one more slur
in your language, another
way to blame
one tribe for everything—

as we both know,
if you worship
one god, you only need
one enemy—

I’m not the enemy.
Only a ruse to ignore
what you see happening
right here in this bed,
a little paradigm
of failure. One of your precious flowers
dies here almost every day
and you can’t rest until
you attack the cause, meaning
whatever is left, whatever
happens to be sturdier
than your personal passion—

It was not meant
to last forever in the real world.
But why admit that, when you can go on
doing what you always do,
mourning and laying blame,
always the two together.

I don’t need your praise
to survive. I was here first,
before you were here, before
you ever planted a garden.
And I’ll be here when only the sun and moon
are left, and the sea, and the wide field.

I will constitute the field.




From The Wild Iris (The Ecco Press, 1992)






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