In the end
the Party would announce that two and two made five, and you would have to
believe it. It was inevitable that they should make that claim sooner or later:
the logic of their position demanded it. Not merely the validity of experience,
but the very existence of external reality, was tacitly denied by their
philosophy. The heresy of heresies was common sense. And what was terrifying
was not that they would kill you for thinking otherwise, but that they might be
right. For, after all, how do we know that two and two make four? Or that the
force of gravity works? Or that the past is unchangeable? If both the past and
the external world exist only in the mind, and if the mind itself is
controllable — what then?
Al final, el Partido anunciaría que dos y
dos hacen cinco, y habría que creerlo. Era inevitable que habrían de hacer esa
afirmación tarde o temprano: la lógica de su posición lo exigía. No sólo la
validez de la experiencia, sino la existencia misma de la realidad externa, se
negaba tácitamente según su filosofía. La herejía de herejías era el sentido
común. Y lo aterrador no era que le fueran a matar por pensar de otra manera,
pero que podrían estar en lo cierto. Porque, después de todo, ¿cómo sabemos que
dos y dos son cuatro? ¿O que la fuerza de la gravedad funciona? ¿O que el
pasado no se puede cambiar? Si el pasado y el mundo exterior sólo existen en la
mente, y si la mente misma es controlable, ¿entonces qué?
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