sábado, 3 de mayo de 2008

Improvisación
para el turista del cuarto del Hotel Semiramys



Hijos del azar y del desorden.
El niño egipcio jugaba con el oro de los muertos. Arenilla violeta caía de sus ojos.
¿De dónde vienen esos pájaros? Son los huesos de hueso de sus pies que se curvan, bailando en los ghetos del Cairo,
pálidos cuencos moldeados en la vieja caldera de la arena.
Una araña de lino sale de la casa de piedra.
El tiempo nos mece.
El agua sola cruza el cielo nocturno y se escurre por el vientre de la leona dormida del francés...
Alguien muerde una caña.
El junco de la memoria se mece cuando la noche
une los suburbios de mundo en una sola rosa de esquinas en donde un perro rengo, sentado sobre
el trono del rocío, inútilmente espera, atento igual que un dios egipcio,
que cambien los semáforos de Boedo y Chiclana.
Noches del Cairo. Como ganado pasamos los turistas dejando una pequeña nube de niebla verde incomprensible.
El niño faraón nos miente por medio dólar:
el tiempo, dice, nos lleva a la deriva como el loto errante del Nilo está perdido sobre el río aceitoso.
Termina el viaje.
Rosa de piedra, gato de cieno,
lirio de arena.



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Rosario Sola González
El humo de los músicos
Ediciones Ríos al Mar - 2000
Paraná - Entre Ríos - RA
[ p.43 ]

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